jueves, noviembre 10, 2005

Los buenos chistes se vuelven malos

Dentro de mi trabajo como enumerador en el censo del Dane, hay algo que sinceramente me está aburriendo: cada vez que pregunto en las casas que si tienen alguna actividad económica (les explico que es alguna actividad que genere ingresos), me dicen que lo que necesitan es que les manden plata y simplemente se echan a reir. De aquí saco dos cosas a relucir. Una es que las personas necesitadas esperan que les den todo lo que necesitan y Dos, que cuando un chiste (sin importar lo gracioso) se repite mucho, pierde su gracia.
Con respecto a esto último, he tenido que decir la misma parla en casí todas las casas que he ido (eso sería aproximadamente unas 3000 veces), y actualmente, cada vez que lo digo siento como si no lo estuviese diciendo yo. Como si mi boca hubiese tomado vida propia y quisiera decir otra cosa...
Me pasaba un caso parecido en mi época de católico cuando rezaba el rosario. Según el difunto Papa (y próximo Santo, Juan Pablo II) era la oración más completa que había y que la repetición implicaba meditación. Quizas sea así. Es decir, a lo mejor cuando salga del censo sere el Dalai Lama criollo, mientras que las personas que dicen el mismo chiste, que para mi no tiene ninguna gracia, no sabran que hacen parte de un inconciente colectivo que los obliga a pedir más que a dar. Por algo el slogan del censo es: "Para saber cuantos somos, que necesitamos Y QUE OFRECEMOS".

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